lunes, 12 de abril de 2010

El sueño


El niño participa cada vez más de los grandes momentos de la vida familiar y le gusta la animación que conllevan.
A veces, le resulta difícil interrumpir sus juegos y renunciar a la presencia de los adultos para irse a dormir. Para ayudarlo a irse a la cama es útil establecer algunos ritos.


El niño está en la edad de los descubrimientos y de la actividad desbordante; también le cuesta mucho "desconectarse" cuando llega la hora de irse a dormir. Tiene la cabeza llena de las múltiples experiencias del día, así como ganas de prolongar al máximo el contacto con su entorno. Las dificultades para dormirse son inherentes a esta fase del desarrollo: se da más cuenta de la aunsencia de los padres, lo que se traduce en la ansiedad de separación y en pedir que estén con él más tiempo.

Los ritos para acostarlo

Desde los primeros meses, el niño ha establecido un ritual propio a la hora de acostarse: pide un objeto concreto, su "objeto de seguridad", su cajuta de música, una luz piloto encendida, adopta su postura favorita... Esto lo tranquiliza frente a la llegada de la noche, suaviza su sensación de soledad y, naturalmente, retrasa la separación de sus padres. Para conseguir que el niño se duerma apaciblemente y sin ansiedad, el momento de acostarlo debe ir acompañado de varios ceremoniales a los que los padres estarán asociados. Tendrán que estar disponibles y respetar sus costumbres: cortinas corridas, luz piloto, ositos de peluche en la cama... pero no servirá de nada quedarse demasiado rato con él. Una vez tranquilizado, se dormirá con mayor facilidad.

El momento de la separación

La separación constituye el momento más delicado a la hora de acostarse; es preciso saber fijar los límites para que se produzca de la mejor manera posible y no debe convertirse en objeto de chantajes.
Hay que dejar al niño con cariño pero con firmeza, tras el último beso. Seguramente pedirá otro, o bien otro cuento, ¿o quizás otra mamadera? ¿Puede que no haya pasado suficiente rato con él?
Si llora para llamarte, deja que lo haga un ratito y no vayas; se calmará. Si lo pide puedes dejar encendida la luz del pasillo. Mantenerse firme lo tranquilizará y lo llevará a admitir que la separación es razonable. Cuando el niño es mayor, se le puede dejar solo mirando un libro; apagara la luz él mismo, o bien, muchas veces, se quedará dormido con el libro abierto y la luz encendida.

Los trastornos del sueño

Despertarse de noche puede ser la manifestación de un simple desvelo o tener un carácter más inconsciente: son las pesadillas o los terrones nocturnos, en especial a partir de los 18 meses, la edad de los descubrimientos y de las nuevas adquisiciones. En el niño que goza de buena salud y tiene un comportamiento diario equilibrado, no indican priblemas psíquicos. Es preciso saber diferenciarlos, puesto que las medidas que se deben adoptar son distintas si se trata de una pesadilla o de un terror nocturno.

-Las pesadillas. Son sueños desagradables que ocurren duranto el sueña paradójico, hacia el final de la noche. El niño grita, se despierta asustado. Reconoce a sus padres y , si ya habla, puede contar loq ue le ha asustado. No hay que inquietarse. Tranquilícelo, no pasa nada, aunque en ese momento no distinga entre el sueño y la realidad. Ayúdelo con calma a volverse a dormir. Al día siguiente, vuelva a hablarle del sueño, con sus propias palabras, intentando desdramatizarlo.

-El terror nocturno. En este período del desarrollo del niño, se producen crisis de terror nocturno con mayor frecuencia que las pesadillas. Ocurren al principio de la noche y provocan un despertar parcial y brusco durante la fase de sueño profundo. Las manifestaciones presentan intensidad variable: desde una ligera agitacion (balbuceo, palabras confusas) hasta gritos de terror, acompañados de movimientos desordenados, que pueden llegar incluso al sonambulismo cuando el niño es mayor. El niño no reconoce a sus padres, grita, suda, el corazón le late mas rápido y, después de unos minutos, vuelve a dormirse como si nada hubiese pasado.

-Rechinamiento de dientes y balanceos rítmicos. Si el niño juega y se comporta normalmente durante el día, estas manifestaciones físicas no son un signo de problemas psicológicos. El rechinamiento de dientes (o bruxismo) es inconsciente, se produce durante la fase de sueño lento y ligero, y puede repetirse varias veces en una misma noche. También puede suceder que, en el momento de dormirse, el niño se balancee en la cama, Puede llegar incluso a golpearse la cabeza contra los barrotes.
Estas manifestaciones pueden interpretarse como una llamada a los padres para que se ocupen más de él a través de actividades conjuntas más físicas: suele tratarse de un niño varon muy dinámico que posee demasiadas energías acumuladas. En este caso, no se le debe exigir un comportamiento demasiado tranquilo durante el día, y hay que participar con él en actividades más intensas.

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